sábado, 27 de febrero de 2016

Eterno equilibrista.


[Este poema forma parte de la compilación "Fratricidio. Poemario en cinco actos. Acto 1: Annabel o la elegía interminable (2003-2018)"]


Las violetas pendían de mi brazo incólume
como desmayadas aves de mal agüero

Iba con ellas en procesión
subiendo por la cuesta de Getsemaní
y echados los doce años a la espalda
como doce cilicios
como las doce colas de un látigo en suspenso
a punto de rozar la piel que ya no existe
la piel de las serpientes eléctricas

Una década ha pasado
y solo una de ellas ha mudado
¿Dónde están ahora
las cenizas de ese traje de polvorientas escamas?

Él continúa entero
su calavera da fe
sus doce años languideciendo bajo el tejado de zinc

Catorce años después
sobre estas profundas raíces
crece un robusto adolescente
cuyas nudosas ramas
custodian la pátina inmaculada del muro
la entrada
a la ignota cueva del tesoro

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